El próximo martes 5 de noviembre en Estados Unidos se celebran elecciones presidenciales. En ellas, millones de estadounidenses están llamados a las urnas para escoger quién prefieren que sea su próximo presidente: Kamala Harris o Donald Trump. Aunque cada candidato representa a un partidos, los ciudadanos escogen directamente a la persona que les gobernará. Esto en España no ocurre: en cualquier elección -general, autonómica, local…-, los españoles escogen la lista de un partido, pero no a un candidato concreto. ¿Por qué son tan diferentes las elecciones?
Esto se debe al sistema político, que en España y Estados Unidos es bastante diferente. Mientras España es un sistema parlamentarista, el de Estados Unidos es un sistema presidencialista, lo que ya por el nombre nos hace pensar que favorece la existencia de elecciones presidenciales, aunque no es lo único que diferencia un tipo de sistema político y otro.
El sistema presidencialista de los Estados Unidos
La diferencia básica entre los dos sistemas, parlamentarista y presidencialista, es en cuál de los tres poderes clásicos reside más soberanía y, en concreto, cuál entre Ejecutivo y Legislativo concentra más cuota de poder.
En el caso de Estados Unidos, su sistema de check and balances garantiza que un poder controla al otro y tienen capacidad mutua de destituirse y vetarse pero como sistema presidencialista, los Estados Unidos otorgan fuertes poderes al poder Ejecutivo, esto es, al presidente del país y a su Gobierno. Puede vetar leyes que salgan del Capitolio (poder legislativo), nombra a los jueves del Tribunal Supremo, los decretos presidenciales son importantes y, por último, aunque algunas de sus decisiones deban pasar por el Senado, es el jefe máximo del ejército y el máximo representante internacional del país.
Al tener todas esas funciones y competencias, es lógico que en un sistema presidencialista los ciudadanos tengan derecho a escoger, directamente, quién será el presidente del país. En este caso, su jefe de Estado y de Gobierno a la vez (cosa que no ocurre en otros sistemas). Las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, pues, son la oportunidad para los ciudadanos de escoger de manera directa a su jefe de Estado, que tendrá unos poderes muy concretos.
Cada uno de los diferentes partidos políticos de Estados Unidos, especialmente el Demócrata y el Republicano, trabajan durante meses las elecciones primarias para quedarse con un único candidato a esas elecciones presidenciales y evitar que el voto se disperse y pierda fuerza. Con todo, el caso de Estados Unidos es paradigmático porque presenta una curiosa excepción: los votos electorales. Los ciudadanos votan en cada Estado y el candidato que más votos populares ha obtenido se lleva los famosos votos electorales, que son delegados que, unas semanas más tarde, ratificarán (aunque no están obligados) el voto mayoritario de sus Estados.
El sistema parlamentario en España
A diferencia de los Estados Unidos, España es una monarquía parlamentaria, un sistema político que concentra su soberanía en el poder legislativo, esto es, las Cortes Generales, con mayor peso del Congreso sobre el Senado. Un ejemplo concreto nos ayudará a entender mejor la diferencia con Estados Unidos: si bien en el país norteamericano se celebran elecciones legislativas y también presidenciales, en España solo ocurren las primeras, a las cuales llamamos elecciones generales. Una vez los ciudadanos eligen a los diputados -a través de listas de partidos cerradas-, son estos, los 350 diputados del Congreso, los que deberán escoger, por mayoría absoluta, a quién será presidente del Gobierno, en lo que se conoce como la investidura.
Un sistema parlamentarista como el español concentra la soberanía en el poder legislativo. Es ahí donde se aprueban todas las leyes y demás normas y es quien tiene la potestad, como ya hemos comentado, de investir a un presidente de Gobierno que, una vez escogido, formará su propio gabinete. En el caso español cabe apuntar el hecho de que, a pesar de que el Gobierno es el poder ejecutivo, el presidente de éste no es ni el primer ministro (como en otros países) ni Jefe del Estado, sino solo “presidente del Gobierno”, siendo el Jefe del Estado el Rey, que de manera simbólica debe ratificar todas las leyes que salen del Congreso y el Senado.
El Congreso, además, tiene la posibilidad de destituir al Gobierno a través de la moción de censura -aunque el presidente del Gobierno puede decidir disolver las Cortes y convocar elecciones-. Lo que no puede hacer el presidente del Gobierno, a diferencia del presidente de los Estados Unidos, es vetar las decisiones de las Cortes Generales. Así, el poder legislativo, aquel que ha sido elegido directamente por los ciudadanos, es el que mantiene la soberanía.
Con todo, un sistema parlamentarista no necesita de elecciones presidenciales porque se convertirían en elecciones de segundo orden: se estaría escogiendo una figura más bien simbólica.
Es lo que ocurre en aquellos sistemas parlamentarios que, a su vez, son Repúblicas. Algunas directamente no tienen elecciones para escoger al presidente de la República -por su poca trascendencia real en el proceso político- y, allá donde existen, presentan unos índices de participación menores a las elecciones generales. Sin embargo, en Estados Unidos ocurre lo contrario: hay mucha más participación el día de elecciones presidenciales que en el de elecciones legislativas, las conocidas como “elecciones de medio mandato”, por celebrarse justo a la mitad del mandato del presidente que haya en ese momento.